miércoles, 15 de diciembre de 2010

FUEGO


Vengo de ver, Antón
un niño de pobrezas tales
que le di para pañales
las telas del corazón

Porqué costará tanto darse cuenta de eso que Lope de Vega comprendió hace quinientos años... Cuando las pobrezas son tales, que solo el amor que viene de lo más profundo del corazón, es capaz de dar cobijo.

Murieron 81 jóvenes en la Cárcel de San Miguel. La hoguera los consumió haciendo realidad las profecías del infierno, solo que aquí en la tierra y a pocos kilómetros de nuestros hogares. Los consumieron las llamas, encerrados en sus celdas pidiendo un socorro que no llegó. Ardieron por fuera y por dentro en la peor de las agonías y fueron a morir una muerte pavorosa. En medio de mi angustia escucho a quienes dan gracias a Dios por haberse salvado, y también a las madres de los muertos que no entienden, que claman al cielo, y me pongo a pensar, que es aquí donde Dios y los hombres separamos aguas. ¿De quién es la culpa? ¿ Dios, que los dejó abandonados, que no permitió el milagro que descorre los cerrojos? Dios que los mandó a nacer en la miseria y a morir miserablemente clamando su nombre? ¿O fueron ellos los que a punta de actos malos se condenaron a muerte?  Y nosotros, que nos hemos esforzado en cumplir las normas y ganar honestamente nuestro pan, ¿qué vela llevamos nosotros en este entierro?

De Iván, uno de mis alumnos, aprendí que las cosas de Dios solo las comprende Dios. Orientar la pregunta al cielo nos llenará de incertidumbres, o nos dará la certeza en las convicciones de nuestra propia cosecha, las cuales revestimos del aval divino, como si todo lo que se cree o se hace en nombre de Dios, fuera cierto..
En esta tragedia debemos interrogar al hombre. Esta vez no se trata de lo que Dios hace con el hombre, es al revés, lo que el hombre le hace al hombre es lo que importa, y por ende, para quienes creen en Dios, lo que el hombre le hace a Dios.

El párrafo a continuación, es parte de una entrevista dada por "Marcola" un líder narco de Sao Pablo al diario O Globo de Brasil


 " *O Globo:
 ¿Usted es del PRIMER COMANDO DE LA CAPITAL *(PCC)*?
 Marcola:  
Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía. ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre "la belleza de esas montañas al amanecer", esas cosas.
Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social.

"*O Globo: 
¿Usted no tiene miedo de morir?
* Marcola: 
Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos
en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes.
La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común.

No se qué decir, salvo que Vengo de ver, Antón, un niño de pobrezas tales, que le di para pañales, las telas del corazón, Si no fuera por el desamor, no habrían ardido vivos 81 muchachos. Sus gritos son una jabalina clavada en el centro del corazón. 
 .


5 comentarios:

  1. ¡qué fuerte y conmovedor es este post!, entristece y llena de enigmas.

    Un abrazo y mucha fuerza para continuar en esta labor tan intensa.

    Te invito a visitar mi nuevo proyecto en:

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  2. Siento tus líneas como una bofetada en la cara; un tate, no estás cachando nada en tu mínimo mundo en que vives. No estás viendo cosas que tienes que ver, si solo levantaras cabeza y vieras lo que pasa un poco más allá detrás de tus bordes electrificados.
    Aparte, escucho a una escritora aguda, profunda, remecedora, que ve el mundo y que sabe usar su pluma como arma zarandeadora.
    You are welcome y gracias por el sacudón.

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  3. Gracias, Andrea. Estamos en un nuevo mundo, que funciona con otras claves, tan distintas que me aterran, porque las veo profundamente imbricadas con todo aquello que fui entrenado para rechazar por temible y maligno. Y me aferro a la ilusión de que todo sigue igual, que nada fundamental ha cambiado, que Dios sigue alineado con mis miedos y que pronto vendrá a poner todo "en orden".
    Tú me empujas hacia ese mundo, con una mirada dura, terrible, pero sin miedo. Me recuerdas que pertenezco a la más adaptativa de las especies, y que hay un mundo nuevo que explorar y al que seguramente tengo algo que aportar, si tan solo me deshago de la idea de tener la razón, de estar en el lado "bueno", y acepto la realidad básica de que las cosas simplemente "son", y que sólo a partir de ahi me puedo lanzar al juego de la vida; de la verdadera, no de la que baila en mi cabeza al son de mis fantasías.

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  4. Andrea:

    La existencia de esos mundos paralelos que no vemos porque no queremos ver, es tan incómodo cuestionar-se porqué. ¿Porqué no estoy allí donde más se sufre?, donde duele. Es el miedo a conectarnos con el dolor de otros.
    Aturdida y triste me quedo, porque me conformo con sólo saber la existencia de estos mundos por las noticias. Fuerte!!!

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  5. Andrea, me sobrecoge leer lo que escribes, así es este mundo que hemos construido nosotros los hombres, ¿como cambiar esta sociedad que raya en la indiferencia, egoísmo e ignorancia?
    No tengo la respuesta, pero ciertamente la profundidad de tu mirada, tu agudeza no deja indiferente a nadie.
    Continúa escribiendo, hablas por tantos de nosotros que o no nos atrevemos o no tenemos ese don precioso de expresar como tu lo haces.
    Un abrazo grande,
    Andrea Izquierdo

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