ADVIENTO
Estamos en clases hablando de simbolismo. Los alumnos son reos de la Cárcel de Alta Seguridad, que participan de un taller de literatura y poesía.
Conversamos de cómo el camino para comprender la síntesis de un poema, es leer el símbolo detrás de la palabra. Las palabras y las imágenes están ahí representando algo oculto, que revela su misterio a quien mira con ojos de milagro. Es en la comprensión del símbolo que emerge el poema
-Estamos en Adviento, les digo
¿Saben que significa la palabra?
“algo con el viento” responde alguien
-…con el viento…¿Y qué pasa con el viento?
Se agolpan las respuestas:
-refresca, destruye, mueve las nubes, sopla las hojas, empuja los veleros, hace girar los molinos, desata temporales, eleva volantines
-Recuerden que ya casi es Navidad y el viento…no alcanzo a terminar…
-¡¡trae algo!!... Dice Alfredo
¿Y qué trae? pregunto
Silencio…
es Víctor, el niño poeta de las “estreyas boladoras” el que exclama feliz
-“¡al niño Jesús!”
Cierto, eso es el Adviento, no necesitamos saber latín. El viento que se puso en marcha, sobre el que viene danzando el niño. El niño que viene a refrescar el corazón, a mover las nubes que nos tienen nublados, a sacudirnos las hojas viejas. Quiere contagiarnos su pureza y la energía de su espíritu para que despleguemos las velas. Trae el temido vendaval, que pone de cabeza nuestros trámites y nos desafina el concierto. Nos pone en el desconcierto de un nuevo comienzo, para que vuelvan a girar los molinos en el centro del corazón. Más felices que volantines partiremos en busca de la estrella de Belén, mientras vuelan con Cristo, los amados poetas del encierro.