jueves, 31 de enero de 2008

SE VA FERNANDO

Estamos en clases hablando de la vida de Napoleón, cuando se abre la puerta: ¡OLGUÍN!
Olguín para fuera. Sigue la clase, Olguín para dentro,vuelve pálido. Por la flauta, qué pasó...
Llega el recreo y Olguin, que ahora está colorado como una guinda, dice despacito..."me voy el 29 de febrero..." VEINTINUEVE DE FEBRERO!!!!
Abrazos, aplausos, sincera felicidad de sus compañeros.
Y yo, no lo puedo evitar, por algo soy la profe y por algo me regalaron tarjeta para el día de la madre, le preguto:
-"dónde va a vivir, Fernando?"
-"me voy con mi papá a su parcela, señorita"
-"no vuelva más a su barrio Fernando..."
-"no señorita, nunca más"

Fernando, cuando Usted deje la cárcel, la palabra árbol se convertirá en árbol, la palabra pájaro se convertirá en pájaro, la palabra mujer se convertirá en mujer. Una a una las palabras pronunciadas e imaginadas por tanto tiempo, volverán a encajar en su matriz. Reinvéntelas desde la pureza, desde el amor, desde la generosidad, desde la compasión.

Sea el hombre duce y bueno que conocimos en el taller
Un abrazo
Andrea

sábado, 26 de enero de 2008

CADA MARTES HAY ALGUIEN EN SILENCIO QUE PIDE PERDÓN

"Gracias a la Vida" canta Violeta Parra
"Murió mi eternidad y estoy velándola", escibe Vallejos.
La Vida y la Muerte.
Tenemos el poder de engendrar vida, pero poseemos el oscuro poder de destruirla.
Construimos y derrumbamos mundos, podemos labrar con trabajo y paciencia nuestras vidas, y podemos pulverizarlas, matando el proyecto de otros o el propio proyecto. Sería más fácil ser abeja, cuyo sentido de vida está en la miel, pero no...tenemos que vérnoslas con la libertad y lidiar con ella.

Quienes están en la cárcel, (salvo el porcentaje de inocentes que sufre en todas las cárceles del mundo), son infractores de la ley.
Están ahí porque han construído y operado en espacios desde los cuales han causado daño. En algunos casos el horroroso e irreversible daño del homicidio.

Siempre que traspaso el umbral de la cárcel, voy pensando que detrás de la historia de cada persona encarcelada, está la historia de las víctimas. Es una historia que desconozco y que con seguridad no alcanzo siquiera a vislumbrar.
Muchas víctimas, o sus familiares, estarán sufriendo el otro encierro, el que surge del dolor y de la impotencia, y tienen su pobre corazón agujereado, hecho pedazos.

Seguramente entre quienes leen este artículo, hay personas cuyas vidas han dado un vuelco inesperado y cruel producto de un crimen.
A ellos quiero decirles que no se qué me puso en el lugar que me puso, no se porqué llegué a acompañar y a apreciar a hombres que han cometído toda suerte de delitos. Lo que si he ido percibiendo, es que lentamente, a través de la lectura, las conversaciones, la reflexión, los presos se han ido acercado a la dimensión sagrada e irrepetible de cada ser humano, y han ido tomando conciencia del tamaño de la falta. Esta comprensión ha sido sumamente dolorosa para quienes aún no habían reflexionado acerca de las consecuencias de su delito.

Carlos mató a un carabinero en un asalto. Lleva nueve años preso y está condenado a cadena perpetua. Quiere escribirle una carta a los hijos del carabinero muerto. Sabe que el daño causado a esos niños es innombrable, ha buscado palabras, pero no ha encontrado ninguna que pueda albergar sus sentimientos y los sentimientos de esos niños. Es que él también creció sin padre, y cuando a su padre lo mataron, él no pudo encontrar las palabras.



EXTRACTO DEL DISCURSO DE NAVIDAD DE ALFREDO C.

"Desdibujamos nuestro trunco andar de infractores de ley en lo Humano y lo Divino, emprendimos un andar pausado, como volcán andino.

¡No crean que ha sido fácil! ¡NO! ¡claro que no! Hemos llorado en silencio junto al viento del ocaso.
Escribir un verso de perdón a quien mataste, es igual a revolver entrañas con fino acero de oriente, comulgar con nuestro delito también cicatriza heridas en tiempos roídos por las rejas."


ESCRIBIMOS

¿Por qué será que esa tarde levanté la mano?
¿Y qué en ese hombre que miraban mis ojos?
No reconocí parte de mi ser, de mis despojos…
No vi en sus gestos mis propios gestos desgastados
Y no bajamos alegres, borrachos y abrazados
a los últimos rayos de la luna, por esa escala del puerto.
Y mira, Señor, hoy los dos estamos muertos.
Y para mi la luna es la hoz que cercena mi garganta
Y para él la luna es una pobre gata blanca
Que se pasea de noche sobre su pecho.
Mírame a los ojos Señor, y explícame qué he hecho...







Cada martes hay alguien que en silecio pide perdón.