miércoles, 30 de marzo de 2011

Despedida




“Andrea, mi amiga de pequeñas historias vividas a través de estos años de cambios difíciles para el alma, creo que nuestro viaje está llegando a su fin. Qué puedo decir, contigo se queda parte de mi vida…”

Es la carta de Manuel Tapia Bachan que reposa sobre mi falda, un reo de la Cárcel de Alta Seguridad preso hace 31 años, que está pronto a morir, y al que quiero.

Su vida y la mía,  su historia y la mía…tan diferentes, y si embargo aquí estamos, Manolo y yo, diciéndonos adiós en un papel de cuaderno. ¿Lo veré el próximo lunes? Por favor, una vez más, que no parta todavía…estoy tan vieja y tan cansada, ya no quiero ir más a la Cárcel, me pesa haber llegado a amar a estos hombres como los quiero…tengo miedo, quien va a estar con él cuando muera? Manuel Henríquez lo arropa y lo acuna, le ayuda a asearse lo viste, le busca conversación, le lee en voz alta… Alfredo, el mismo al que Manolo quiso alguna vez echar del módulo por marica, le lava la ropa, le limpia la celda, le prepara la comida y con paciencia de santo se la pone en la boca .. amor no le ha faltado…su hermana Violeta lo visita cada semana, lo mismo su hija Valeria, pero pronto ya no podrán verlo porque estará postrado. Se muere en cualquier minuto, me dice con tristeza el paramédico, y yo ruego que por favor todavía no, para que alcance a llegar el indulto de este hombre que nunca ha matado, que nunca ha violado, que no ha secuestrado, que no ha traficado droga, que ha pasado preso la vida entera pagando una pena multiplicada por diez porque es pobre. ¡Cómo no van a abrirse las puertas de la cárcel para Manuel, aún que sea por un solo día...!


Pero probablemente la libertad llegue tarde, igual que el diagnóstico que  llegó después de dos años de estar enfermo, cuando el cáncer ya le había devorado el pulmón. Grado cuatro. Intratable, incurable, mámatelas solito nomás Manolo, que en nuestro país los hombres como tú van al vertedero, los hombres como tú que leen a Sócrates y a Spinoza no nos sirven, no necesitamos hombres valientes que se viven la vida con honor y arriesgan el pellejo por sus compañeros, no necesitamos hombres bravos que escriben poemas, no hay lugar para los arrepentidos, para qué queremos viejos sabios que aprenden versículos de la Biblia "porque son preciosos", y nos sobran los hombres porfiados como tú - que a pesar de todo- creen en Dios.


“Amiga, deseo que las palabras sean de oro, y todo lo que pueda decirte a través de estas líneas tenga valor para el recuerdo de dos mundos que cultivaron poemas...”  


                                      “No tengas tristeza, amiga mía…”
                                                                                                                          pintura: Silvestro Lega