El viento eleva palabras,
yacían ellas, trenzadas a huiros
colgada del agua
ceñidas de espuma.
Almidonadas de salmuera
¡Marina mirada, mi boca callaba!
Sucedió en plenilunio
que un par de Quetaros
tornó al infortunio.
Y sobre mares teñidas de ocaso
solté las amarras
esculpí los cascajos.
Fue en tarde bermella
que atrapé las estrellas
lloré tantos soles
que había perdido
mi seño y mi risa
mi sal, mis amores.
Busqué huella clara
sin llanto ni envidia.
Colgué yo el atuendo
más gris de mi vida.
Quetaros me elevan
por acantilados
graznando a los ríos
emigro de olvidos,
y descubro la risa
en suave maleza,
el quizco salino
me ha dado belleza.
No crean que ha sido
en aura de ámbar,
más bien se ha cuajado
en duro milagro.
Mis pies que sangraron,
mis manos temblaron.
Mi cara encogía
con rictus no humano.
Ya ven que he podido
volverme Quetaro,
volar impetuoso
tener nuevo nido.
Corté mil cadenas
de enraizadas penas
me he vuelto Quetaro
volando acantilados
Alfredo Cabrera
pintura:Ellen Allgaier Fountain, N.W.S.
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