viernes, 17 de febrero de 2012

Historia



Estar solo creo que no es malo. Puedo reflexionar mejor, encontrarme conmigo mismo, analizar las envidias, los rencores, las penas...
Este día nuevamente estoy solo en mi celda y me vienen recuerdos. Cuando llegué por primera vez a la capital y conocí a mi mejor amigo, el Flaco Enrique, un muchacho de dos metros. Estudiaba medicina. Hijo de marino y de la Señora Ilda, jubilada de investigaciones y yo un joven con ideas, sueños y ganas de salir adelante en esta capital. Los años 70 eran difíciles, sobre todo para mi familia y con un padre ausente, pero el flaco y sus padres fueron de mucha ayuda para mi, me consiguieron un trabajo y también trataba de estudiar de noche. Con mis 16 años ya tenía una responsabilidad enorme, ser dueño de casa con ocho hermanos menores. Yo los quería mucho, los cuidaba como a mis hijos, y cuando recibí mi primer sueldo compré harta comida y le pasé un poco de plata a mi madre, la cual me miró y se puso a llorar. Recuerdo que ese día hubo mucha alegría en mi casa. Invitamos al flaco y todos juntos tomamos onces. Y aquí me detengo y pienso que el cariño, el amor y la entrega hacia ellos les enseñó, y se resume a la vida familiar, y eso es lo que tiene cada uno de ellos en sus hogares, y también me lo demuestran viniendo a abrazarme y darme un beso en esta prisión.

Que recuerdo, no?                                  

                                                                           
Ernesto
                                                                                pintura John Holyfield


PD  Ernesto, escríbame cuando lea estas líneas! lo recuerdo con cariño y le deseo lo mejor ahora que ya está en libertad.
Andrea

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