martes, 4 de octubre de 2011

CADA PAÍS TIENE LA DELINCUENCIA QUE SE MERECE

Eso dijo Manuel Henríquez hace un par de semanas, y suena terrible. ¿Cómo nos vamos a merecer esos ilícitos? Nadie merece que otro pase a llevar su integridad o su propiedad. Cómo vamos a merecer un clima así, en que vivimos asustados, subiendo las alambradas, contratando guardias y afilándole los dientes al perro... Me entero que en algún lugar de Santiago hay una Feria de Seguridad. Igual que en la "Expo Novios" o la "Expo Bebé", esta feria exhibe las novedades del rubro. Portones que ladran, tintas invisibles, alarmas que insultan a los ladrones, pinchazos eléctricos. Una serie de artefactos de defensa y resistencia pasiva, -y otros no tan pasivos- desplegados para transmitirnos una ilusión de seguridad. No es más que eso. Seguimos igual o más expuestos, y cada vez más asustados y encerrados. No nos sentimos en paz, más bien nos sentimos en guerra.  Pero para Manuel, es algo que nos merecemos...
Este sería el precio de la indolencia. Indolencia, es in-dolencia, es cuando algo no duele o no importa. Es preferir no saber para no involucrarse. Es lo mismo que hacerse el leso. Una parte de los chilenos nos dedicamos a mirar al infinito, mientras el número de marginados crece y crece. Parece un contrasentido, porque antes el país era más pobre, pero la marginalidad no es solo un tema de pobreza, -aún que normalmente coincida- sino de exclusión. Y entre los marginados hay un grupo de "descolgados" que se hace cada vez más numeroso y poderoso. Es el de los excluidos que se marginaron de la ley. Frente a ellos no hay combate exitoso, sino baste mirar lo que pasa en México. Pero algo hay que hacer, porque estamos a punto de pasar de ser una sociedad en estado de escaramuza crónica, a una donde ya no hablaremos de delincuencia si no de criminalidad.  No hay fuerza policial capaz de proteger todas las casas, farmacias, cajeros automáticos, autos estacionados o pasos fronterizos al mismo tiempo.No hay discurso público ni medida alguna que hasta ahora haya protegido a miles de niños de consumir pasta base. No hay sistema carcelario que pueda contener a todos los infractores de ley, igual como no hay leyes ni penas que los disuadan, por duras que sean.. ¿Entonces...? entonces por ningún motivo más de lo mismo. Eso me atrevo a asegurar. Lo otro que puedo decir, es que ninguno de mis alumnos que ha salido en libertad durante estos cinco años, ha vuelto a caer preso. Y esto que pone de cabeza las estadísticas, es especialmente importante, porque  muchos de los internos de la cárcel de Alta Seguridad están catalogados como "conflictivos" o de "alta peligrosidad". No se qué produjo el cambio, solo se me ocurre citar a Antonio Orellana,: "Desde que leo poesías y escribo, no me cuenteo con todo lo que no puedo hacer, sino que entiendo la cantidad de cosas que si puedo hacer". Pienso que en Antonio está floreciendo algo como el encanto, que desplaza al sentimiento de exclusión, barre con la justificación de todos los males, y la reemplaza  por el entusiasmo de participar de un mundo que también le pertenece.

                                                                  Pintura: Dan Witz

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