El mundo que ustedes, escasos lectores de este blog, habitan a diario, es el mismo planeta que habitan los reos de la Cárcel de Alta Seguridad. Probablemente el mismo país y la misma ciudad. Con alguna frecuencia, al tomar la ruta 5 Sur, a la altura de los nuevos Tribunales de Justicia, habrán pasado a pocos metros de sus celdas y a escasos metros de los túneles que comunican la cárcel con los Tribunales, y por los que circulan como topos los imputados, en dirección a la sala en que serán juzgados.
Sin embargo, más que dos mundos, son dos galaxias. La de la superficie, en la que sobrevivimos sorteando nuestras dificultades, pero en la que amanecemos con trillones de posibilidades abiertas, y la de la Cárcel donde todo está detenido, y las posibilidades de elección están reducidas a su mínima expresión. Si quien lee estas letras se siente prisionero de una relación de pareja asfixiante, de un trabajo que detesta, de un cerro de deudas, de una enfermedad que no da tregua, de la partida de un amor, de una ambición insaciable, o de tanta otra carga que pone su sello sobre nuestras vidas, tal vez deba recordar que es posible perder mucho más. Se puede perder el derecho a abrir la ventana, por ejemplo, o a cerrar la puerta por dentro, se pierden los besos y los abrazos, el supermercado, todos los paisajes, el vaso de vino, en verdad se puede perder casi todo. En la Cárcel se pierden los gestos cotidianos, hasta se pierde la luz del sol, que es reemplazada por la angustia y el temor al abandono.
Pensarán, tal vez, que precisamente de eso se trata, de castigar al infractor de ley, devolviéndole al malo el mal causado.También que se trata de mantenerlo alejado del mundo de los buenos, y, por supuesto, de mandar una señal potente a los malos en potencia, de que "el que la hace la paga". Y así, no hemos parado de echar hombres al saco. 330 cada 100.000 habitantes, hay pocos países que nos ganan. Son tantos los presos, que en la Penitenciería se acuchillan defendiendo el espacio equivalente a una baldosa. ¿Qué vamos a hacer? Porque lo que pasa en Chile en términos de delincuencia y sociedad, es aterrador, y se va a poner peor.
Yo pienso mucho en el tema, y, aún cuando cualquier opinión mía lleva el sesgo del cariño que siento por mis alumnos, tiene como aval, mi experiencia de muchos años. Y esa experiencia me ha enseñado, que mujeres y hombres no somos ni malos ni buenos. Cada uno de nosotros tiene el potencial de realizar actos de toda naturaleza. El reconocidamente bueno, de realizar actos malos, y el malo oficial, de realizar actos bondadosos. Es, según la leyenda apache, la pelea entre el lobo bueno y el lobo malo al interior del corazón humano, en la que gana el lobo al que se alimente. Mis alumnos presos han cometido actos malos, y más allá de haber violado la ley, han dañado y han hecho sufrir. Pero es que no es mucho lo que se puede esperar del alimento que recibieron. Es tanto más fácil ser adecuado cuando se cuenta con amor, techo, comida, educación, salud. Y, sin embargo, si ustedes tienen la bondad de leer algunos de los poemas publicados en este sitio, se enterarán de como es posible tener una conversión profunda. Es posible para cada uno de los hombres y mujeres presos en Chile, pero para eso, el tiempo en prisión no debe ser concebido solo como un tiempo de castigo para el infractor de ley, sino también como un tiempo en que la sociedad le da al reo, ese alimento amoroso pendiente, para que pueda florecer en él, el potencial de ser un hombre de bien. Al leer sus poemas, comprenderán que son personas que han perdido casi todo, pero que han avanzado en un sorprendente camino de ética y de libertad interior.
pintura: viktor vasnetsov
Gracias Andrea por toda tu labor y tu confianza en la bondad del ser humano
ResponderBorrarAndrea, Gracias por tus palabras, gracias por tus reflexiones y la profundidad con que has vivido tu experiencia, creyendo y honrando a esos hombres con que te encuentras cada semana y a quienes puedes verles su alma y hacer que ellos mismos también se vuelvan a contactar con ella.
ResponderBorrarChapeaux!
Carmen
Ay Andrea..... cosas que hemos hablado tantas veces.. tú y yo, tú con los tuyos... yo con los míos... y probablemente todos los que leeremos esta entrada con los nuestros. Es porque es tan difícil de entender. Gracias por recordarnos a veces estas cosas para comprender nuestra propia miseria, porque aunque suene curioso, los "malos de adentro" pueden ayudar a "los buenos de afuera" a ser más buenos..
ResponderBorrarmuchos cariños amiga mía
un beso desde Lima
Fran
Que complejo. Si Andea como no encariñarse con tus alumnos-reos
ResponderBorrarcomo no sentir esa brecha abismante entre los que estan afuera con los que en estan adentro
Me conmovio leerte,gracias por compartir tu experiencia y tu sentir.
Gracias por tan linda labor que realizas.
ResponderBorrarDesde que Gabriel me contó de ti, no hago más que admirarte y admirar las obras de tus "alumnos".
Nadie es 100 % bueno ni 100% malo. A los que están adentro, les tocó otro camino; y , para muchos que adentro se han encontrado, contribuir a ese encuentro es sin duda un privilegio.
Sigue adelante, porque al ver tu ejemplo es más probable que otros también quieran ayudar.
Andrea
ResponderBorrarNo te imaginas como te entiendo y concuerdo con tus impresiones.
Allá por los años 2005-2006, me tocó dormir varios fines de semana en esa cárcel, no como interno, sino como visita de un grupo de muchachos presos políticos que luchaban con denuedo por su libertad, con huelgas de hambre que nos dolían en el alma a quienes les acompañabamos.
Como tú debes saber, en aquellos tiempos, estos muchachos habían logrado, merced a una lucha incesante, algunas garantías que les permitía recibir visitas que pudieran pernoctar con ellos, compartir sus celdas, su sala de visitas, su patio, si el mismo que los gendarmes tuvieron que cubrir con una malla después del rescate en helicóptero de algunos de ellos. Y más importante aún, compartir sus sueños de libertad.
Esa libertad que finalmente se les concedió en forma parcial, pues muchos de ellos aún deben dormir todas las noches en distintos recintos de gendarmería y llevar una vida a medias, porque esta sociedad que tenemos aún no les perdona el atrevimiento de haber soñado con un mundo más justo, más igualitario. Sueño que los llevó por un camino que podemos o no estar de acuerdo, pero que pagaron con creces, pasando los más prometedores años de sus vidas (desde los 17 o 18 años de edad, hasta los 35) encerrados bajo las peores condiciones carcelarias que este país puede ofrecer, y vaya que sabemos cuales son esa condiciones. Mientras tanto los autores intelectuales de crímenes de lesa humanidad se pasean felices y totalmente libres por las calles y parajes de nuestro chile.
Así es que, Andrea, nada más darte las gracias por ese tremendo trabajo que haces con personas que sufren el desprecio de esta sociedad tan vengativa y recordar que, como dice Carmen Gloria Caamaño, nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo.
Un abrazo, Hernán Morales