Italo me tiene hasta la coronilla. Se lo lleva mirando el techo, o se mira las uñas, o no quiere escribir. Está en cualquier parte menos en clase, y para más remate se sienta en primera fila. Siempre en primera fila, con su cara de nada y sus cejas depiladas.
De vuelta a mi casa voy pensando que ojala lo saquen del curso. ¡Su cupo se puede llenar con alguien que no ponga cara de estar haciendo un favor!
La clase siguiente le pregunto:
-“Italo, ¿desde cuando está preso?
-Desde los once años, señorita, entrando y saliendo.
-Y ahora, ¿cuánto tiempo lleva preso?
-Cuatro años, señorita.
-¿y cuantos le quedan?,
-seis
-¿qué edad tiene?
-Veintiuno, señorita
-Cuénteme, Italo ¿ porqué viene al curso?
-Porque me gusta estar aquí tranquilo, escuchando nomás, señorita
Todos los lunes parto con mi hija Antonia camino a la cárcel. Ella se baja en Bellavista con Pío Nono, porque estudia Derecho en la U. de Chile. Nos vamos conversando, me cuenta que le carga derecho procesal, y que la Cami está de cumpleaños, yo le pregunto si cerró bien el termo, y le digo que saque mil pesos de mi billetera, para que compre un café y algo rico en el kiosco. Nos damos un beso y la miro mientras camina con su mochila llena de libros y sus zapatillas moradas. La Antonia tiene 21 años…
Me acuerdo de una canción mexicana… Maldito corazón…Maldito corazón así me siento…qué porquería tengo en la cabeza. Me acuerdo de otra…”tonta ciega sorda y muda” esa es de la Shakira.
¡Qué estuve pensando…Dios mío!
A la clase siguiente me entrega una hoja de block doblada en forma de corazón, que dice:
“Cuando tenía 11 años de vida se fue al cielo lo más apreciado de mi vida mi abuelita paterna la que me dio educación desde los tres años de vida. Junto a ella reí, jugué y tenía sueños como cualquier niño de mi edad.
Por las mañanas me despertaba para irme a dejar al colegio. Aún extraño cuando me retaba por hacer algo malo, cuando me felicitaba por mis buenas notas y cuando me felicitaba por mis triunfos.
Un día me desperté por la mañana, me vestía para ir al colegio y la ví estiradita en su camita con sus piernas colgando y fue ese día en que Dios me llevó mi vida y mi alegría. Siempre la recordaré, llevo su imagen guardada en lo más profundo de mi corazón y se que donde está se encuentra bien porque es un ángel más de Dios (Lucía Gallardo)”
Porque será que tus relatos están tan llenos de humanidad que mi alma como que da brincos, absorve, vibra, y cuando el texto se termina, quedo como quieto, reflexivo, con la mirada perdida en el tiempo.
ResponderBorrarTantas veces en la vida he querido ser un Italo, para estar así, tranquilo, escuchando nada más, sin tener que decir o hacer, escuchando nada más. Hay cierta paz en su no decir, porque será ?. Ojalá no lo saquen de la clase, y pueda seguir asistiendo a escuchar nada más. La poesía le trae a su Lucila, se necesita hablar ?.
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